Ahora que nadie nos saluda por los bares de Malasaña,
que pido auxilio, besos y comida por teléfono,
que fumo flores y lloro a veces mientras duermo.
Ahora que tiemblo como un niño abandonado.
Ahora que viejos amigos nos han traicionado”
Al 90% de la población mundial le gusta el chocolate. No, no es algo científicamente demostrado, es simplemente mera intuición femenina. A unos les gusta el chocolate a la taza, estilo Patatín (disfrazaremos las marcas pues no pienso hacer publicidad gratuita) a otros, esos bombones que te proporcionan un orgasmo de placer tan intenso que ríete tú del éxtasis de Santa Teresa. Los más cool apuestan por cubrir sus hermosos torsos con tan apetitoso ungüento… en mi barrio directamente se lo fuman.
Sin embargo, henme aquí, queridos señores míos – de ahora en adelante pondré también señoras no vaya a ser que éste humilde blog se llegue a hacer tan famoso en la blogosfera que vaya a entrar la Ministra de Igualdad y tengamos el lío montado- yo soy la excepción que confirma la regla…
Pero, si no te gusta el chocolate -podríais pensar- ¿qué es lo que te llena en tus días de vacío existencial? Podría contestar de manera irónica -¡Dios! ¡Cómo me está costando no hacerlo!- pero como bien defendería Simmel, prefiero no desvelar todos mis encantos de una sola vez pues de hacerlo perdería la gracia. En fin, vamos a lo que vamos. Retomemos la pregunta… ¿qué es lo que te gusta, oh pequeña Sara?
Sara tiene cuatro pasiones:
La figura del corresponsal de guerra tiene el dudoso privilegio de ser una de las más controvertidas del mundo del periodismo. Valientes, kamikazes o meros partidistas, un sector de la población denuncia que la postura de estos informadores se haya normalmente vinculada con aquella defendida por los poderes políticos de las principales potencias mundiales; sin embargo, en ningún momento debemos desacreditar la profesionalidad de dichos enviados quienes, conviene recordar, el desempeño de su trabajo les ocasiona en multitud ocasiones la pérdida del bien más preciado que es la vida.
Para comenzar, rememoremos la historia de la crónica bélica. Ya en el s.V a.C Jenofonte, soldado mercenario a las órdenes del príncipe persa Ciro el Joven, tomaría nota de todo cuanto acontecía en las largas jornadas de la Expedición de los Diez Mil contra Artajerjes II, en lo que se considera uno de los más espléndidos reportajes de guerra de la historia, la Anábasis. Del lado romano, De Bello Gallico se habría ganado ya en su época un puesto privilegiado entre las obras históricas de Occidente; no obstante, los comentarios del polifacético Julio César sorprenden, todavía hoy, al lector del s.XXI por su elegancia, simpleza y afán docente, bases del periodismo actual. Siglos más tarde, la invención del telégrafo eléctrico favoreció la aparición del reporterismo propiamente dicho -Russell se convirtió en el primero en cubrir un conflicto como fue la guerra de Crimea para el The Times londinense- Con ello, el periodismo de guerra pasó a convertirse en un producto para los dirigentes de los medios de comunicación, quienes pretendían exagerar las victorias y moderar los reveses del ejército en un afán puramente propagandístico.
El corresponsal de guerra debe saber permanecer al margen de lo expuesto al final del párrafo anterior. Jonathan Steele, periodista del The Guardian, así lo promulgó en el seno del seminario “El periodismo y los conflictos armados” En su conferencia, Steele analiza la estrecha relación entre la práctica profesional del informador, el conflicto bélico y la política. Su discurso se convirtió en uno de los mejores testimonios acerca de la ética del periodismo de guerra. Como bien dijo el británico “si la guerra está manchada de tintes políticos, informar sobre la guerra es ser un corresponsal político en otro contexto” ¿Será precisamente ésto lo que motive el rechazo del informador por parte de un sector de la sociedad? Tal vez. El estratega alemán von Clausewitz declaró en su momento que la guerra es la prolongación de la política por otros medios. Por consiguiente, la guerra, al igual que la política, nace de la mano del hombre: no estamos ante una tragedia tal como el Tsunami de Indonesia o el Katrina de Nueva Orleans donde la única responsable no sería otra que la Madre Naturaleza, sino que en este caso concreto, un grupo de jefes políticos han decidido sentirse cuales Dioses del Olimpo y jugar con la vida de millones de nombres, de rostros, de personas. Ante tal desastre antinatural -por llamarlo de alguna manera- el corresponsal de guerra debe informar no sólo del transcurso de la guerra o del último avance de las potencias beligerantes, sino -y ésto puede que sea lo más difícil- que debe explicar también el porqué de la guerra: ¿Quién ha provocado el estallido del conflicto? ¿Qué motivos tenía el Gobierno de dicho país para declarar la guerra? ¿Qué puede suceder a escala internacional?
…Continuará…
A los doce años me decanté por una vocación que todavía hoy defiendo de todas aquellas personas que cuestionan mi futuro: ser corresponsal de guerra. “Informar sobre el conflicto es una experiencia que prueba emocionalmente a los periodistas, porque no solamente intentan comprender y describir un proceso de cambio interno y brusco, sino que, además, tienen que tratar con sus propias reacciones a la tragedia de la guerra, la que presencian de cerca” declaró Barry Lowe en una publicación sudamericana. Bien es cierto que estas no suelen ser las aspiraciones de una preadolescente, pero teniendo en cuenta que previamente mi vocación estaba vinculada al Ejército podría decirse que las ansias de un mayor confort se asentaron en mi
¿Por qué En Tierras Hostiles? Uno de los primeros aspectos que todo buen bloguero debe tener en cuenta es la originalidad. Tras rastrear en diversos motores de búsqueda me di cuenta de la poca importancia de la que goza en el panorama cibernético el tema del periodismo de guerra: la mayor parte de los blogs fueron castigados al más absoluto de los ostracismos.
En Tierras Hostiles no pretende convertirse en la referencia del reporterismo de conflictos, ni mucho menos. En Tierras Hostiles busca defender una profesión tan denostada como es el periodismo de guerra. Llegados a este punto, permítanme añadir una anécdota personal. Presentación propia de los primeros días de curso. “¿Por qué estudias Periodismo?” “¿En qué te gustaría trabajar una vez concluyas tus estudios?” “¡Ajá! Muy bien, Periodismo político, deportivo… -silencio prolongado- ¿de guerra?” Como si de la peor de las profecías de Nostradamus se tratase, el profesor se quedó mirando a aquella estudiante mientras ella pensaba “Creo que le hubiese gustado más escuchar que esperaba convertirme en el bastión contra el Cachuli, que lo que acabo de decir. Dí algo inteligente, di algo inteligente..- Sí, de Guerra. Es que me gusta el riesgo, eso de cruzar con el semáforo en rojo.”
La mecánica del blog es muy sencilla. Cada día -siempre y cuando el Plan Bolonia me lo permita- publicaré una entrada relacionada con este ámbito. A esta le acompañará como cierre estelar una canción. Quizás ninguno de los que estéis leyendo esto me conozca lo suficiente como para entender el porqué de esta disparatada decisión, pero con el paso del tiempo lo comprenderéis.
Dicho esto y sin más dilación…
Bienvenid@s a mi mundo. Bienvenid@s a EN TIERRA HOSTILES.