lunedì 21 marzo 2011
Tiempo de Silencio
venerdì 18 marzo 2011
El Bueno, el Feo y el Malo: Otegi, la Libertad de Expresión y el Estado Español
giovedì 17 marzo 2011
"Siempre pensé que llegaría el día en que Drazen y yo nos sentaríamos a charlar... pero ese día nunca llegó"
Al 90% de la población mundial le gusta el chocolate. No, no es algo científicamente demostrado, es simplemente mera intuición femenina. A unos les gusta el chocolate a la taza, estilo Patatín (disfrazaremos las marcas pues no pienso hacer publicidad gratuita) a otros, esos bombones que te proporcionan un orgasmo de placer tan intenso que ríete tú del éxtasis de Santa Teresa. Los más cool apuestan por cubrir sus hermosos torsos con tan apetitoso ungüento… en mi barrio directamente se lo fuman.
Sin embargo, henme aquí, queridos señores míos – de ahora en adelante pondré también señoras no vaya a ser que éste humilde blog se llegue a hacer tan famoso en la blogosfera que vaya a entrar la Ministra de Igualdad y tengamos el lío montado- yo soy la excepción que confirma la regla…
Pero, si no te gusta el chocolate -podríais pensar- ¿qué es lo que te llena en tus días de vacío existencial? Podría contestar de manera irónica -¡Dios! ¡Cómo me está costando no hacerlo!- pero como bien defendería Simmel, prefiero no desvelar todos mis encantos de una sola vez pues de hacerlo perdería la gracia. En fin, vamos a lo que vamos. Retomemos la pregunta… ¿qué es lo que te gusta, oh pequeña Sara?
Sara tiene cuatro pasiones:
- Escribir
- La bella Italia
- Los Balcanes
- El deporte
Me encanta pensar lo extraña que resulta dicha conjunción, pero en el resultado de todas se haya parte de mi esencia.
El motivo de esta entrada no se basa en mi persona. Hará cosa de dos meses me atiborraba de esas dulces píldoras de información deportiva que desde hace años se han convertido en mi principal droga cuando, de repente, mis ojos se detuvieron en un vídeo. Un vídeo que es algo más que un vídeo. Divac y Petrovic. Petrovic y Divac. Dos vidas truncadas mucho antes de la prematura muerte del gran genio croata, dos vidas truncadas por la cruenta Guerra de los Balcanes. Dice Divac algo como que una amistad cuesta años cimentarla pero se bastan de unos cuantos segundos para derrocarla. Y ¿a qué viene ésto? Muy sencillo. Pude comprobar como una de las cosas que sustenta mi vida llegó a desmoronarse llevándose consigo la existencia de todo un pueblo, acarreando unas consecuencias que todavía hoy, desgraciadamente, perduran. Gracias a la historia de Vlade y Drazen nos topamos de lleno con uno de los episodios más aberrantes no sólo a nivel europeo, sino también mundial, del s.XX, el siglo de las grandes vergüenzas bélicas.
Resulta curioso comprobar cómo aún años después es imposible borrar de la memoria de toda una generación las consecuencias que de la desintegración de la Antigua Yugoslavia derivaron. Llegados a estas alturas, os propongo un “juego”. Seguramente no frecuentéis ningún ambiente balcánico, pero en el caso contrario, os animo a probar. Coged a un serbio, a un croata o a un bosnio, y preguntadle qué es para él la cultura balcánica. La primera vez que formulé aquella pregunta, mi interlocutor se quedó observándome con un rictus a camino entre el dolor, la incredulidad y la repulsa. “¿Cultura balcánica? ¿Qué cultura balcánica? Resulta curioso que me preguntes esto cuando ni tan siquiera nosotros mismo somos capaces de dar una respuesta que se ajuste a aquello que quieres escuchar. ¿Cultura balcánica? ¿De qué te hablo? ¿Del folclore? O mejor aún ¿Del significado del puente de Mostar, de la matanza de Srebenica, de Kosovo? ¿De qué quieres que te hable?” La dureza con la que tal hombre hablaba me hizo cuestionarme si tal vez habría llegado demasiado lejos; sin embargo, a pesar de la acidez de sus palabras, su voz resonaba firme en la sala. Que una persona prácticamente desconocida le hubiese removido los fantasmas de un pasado reciente no le había derrumbado ni un ápice tan siquiera. Un silencio prolongado sobrevoló el espacio en el que nos encontrábamos. Decidí no volver a abrir la boca en lo que quedaba de día. Quizás había llegado el momento de dejar los fantasmas de lado.
Retomemos ahora otra de mis pasiones, el deporte. Hace apenas unas semanas, el Real Madrid, también conocido como La Torre de Babel del baloncesto español, llegó al Belgrado Arena con el liderato del grupo al alcance de sus manos. Los blancos aterrizaron en tierras serbias con una plantilla donde el dominio balcánico era notable: Novica Velickovic, serbio; Nikola Mirotic, montenegrino; Mirza Begic, bosnio; Ante Tomic, croata. En la cancha del Belgrado Arena la tensión se podía palpar. El parquet, rodeado de pancartas al más puro estilo “Ovo je Srbija” “Kosovo je Srbija” -traducción al castellano, “Esto es Serbia” “Kosovo es Serbia”, estaba a punto de convertirse en un escenario hostil para la representación croata y bosnia en las filas madridistas. Silbidos, insultos hirientes, consignas nacionalistas… para muchos espectadores, eso formaba parte de la enemistad entre aficiones; sin embargo sólo unos pocos sabían lo que se escondía entre bastidores. El delito que Ante Tomic y Mirza Begic habían cometido no era ser jugador del equipo contrario -lo que también favorecía este clima de animadversión- El principal delito de Tomic y Begic era haber nacido En Tierra Hostil.
“Más allá de las destrucciones en objetos visibles, incluso más complejas y dolorosas, son las destrucciones que se producen en el interior de las personas. Pero sólo algunos, y lentamente, empiezan a entender que detrás de una guerra, ganada o perdida, queda siempre una humanidad derrotada” dijo un tal Ivo Andric, Premio Nobel de Literatura de 1961. Recoge Orfeo Suárez en su Los cuerpos del poder: Deporte, política y cultura (Editorial Casiopea, Barcelona, 2000. Pág 185) “El 4 de junio, antes del Mundial de fútbol de Itaila, la selección de Yugoslavia disputó nuevamente en Zagreb un amistoso de preparación ante Holanda. Perdieron por 2-0 entre aplausos de los espectadores a los holandeses y abucheos a los jugadores locales (…) La tensión también había crecio en el seno de algunas selecciones, como prueba el altercado que se produjo ese mismo año en Buenos Aires,cuando Vlade Divac impidió que un aficionado entregara al desaparecido Drazen Petrovic una bandera croata tras la victoria de Yugoslavia en el Mundial de baloncesto de Argentina”
Amistad. Del latín amicĭtas, -ātis. Según la primera acepción del DRAE, dícese de aquel afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, el cual nace y se fortalece con el trato. La historia de Divac y Petrovic es tan sólo una de tantas que asolaron la zona balcánica, polvorín por excelencia, allá en las postrimerías del siglo XX. Palabras olvidadas para siempre en el fondo de un cajón, sonrisas fusiladas por el ruido de las balas y pueblos que todavía hoy, siguen sin olvidar.
Escribió un tal Alejandro Casona, dramaturgo y poeta español perteneciente a un movimiento prácticamente desconocido como es la Generación del 27 “No tengas miedo a la verdad: puede doler mucho, pero es un dolor sano” No tengáis miedo a la verdad, no tengáis miedo al pasado, no tengáis miedo a la historia.
“Por una parte, la claridad y la forma, la geometría y la lógica, la ley y la justicia, la ciencia y la poética; y por otra, todo lo que a esto se opone. Los libros sagrados de la reconcialiación o del amor, y las cruzadas o el yihad. El espíritu ecuménico y el ostracismo fanático. La universalidad y la autarquía. El ágora y el laberinto o la alétheia y el enigma. La alegría dionisiaca y la piedra de Sísifo. Atenas y Esparta, Roma y los bárbaros. Los Imperios de Oriente y Occidente. La Costa del Norte y del Sur. Europa y África. La cristiandad y el Islam. Lo católico y lo ortodoxo. Las enseñanzas del Nazareno y la persecución de la diáspora judía. En el Mediterráneo, el Renacimiento no ha podido vencer a la Edad Media” Predrag Matvrejevic, Breviario Mediterráneo (1989)
De cómo defender la verdad entre tanques y fusiles. II parte
Clima convulso, niños llorando frente al cadáver de su padre, caras de pánico, alarmas que anticipan el peligro que está por venir… Según Steele “Un corresponsal de guerra se enfrenta a dos grandes peligros. El primero es el cinismo (…) El segundo peligro es que uno empieza a posicionarse (…)” En esta situación de crueldad, de degradación, el informador tiene que controlar sus propias emociones y evitar por todos los medios posibles caer en el más acérrimo de los escepticismos: pensar que todo lo que está por suceder se puede prevenir, hace que tanto el propio profesional como el lector/oyente/espectador pierda el interés. Por otro lado, es inevitable que el periodista, como ser humano que es, se posicione a favor de una de las partes en el transcurso del conflicto; no obstante, uno de los apartados del código deontológico del periodismo proclama la obligación moral de diferenciar entre hecho y opinión o interpretación. Su principal deber es aquel de informar de toda una serie de hechos veraces, huecos de interpretación alguna, pues esta última es la labor a realizar por la ciudadanía: el informador debe ser únicamente la herramienta a través de la cual se llegue a la formación de un criterio propio.
“Una de las preguntas que más me hacen es por qué decidí irme a la guerra. Me ha sorprendido descubrir que mucha gente piensa que nos vamos a la guerra para hacernos famosos (…) Los pobres ignoran que los periodistas somos uno de los sectores más maltratados de la sociedad laboral y que nos vamos a la guerra por vocación, porque queremos contarles las cosas de primera mano” Éstas son las palabras de Mercedes Gallego, periodista del Correo Digital. Los periodistas -entre los cuales incluyo también a nuestra futura generación- tenemos la fama de ser unos auténticos buscafortunas. Recuerdo perfectamente lo primero que me contestaron al declarar que mi futuro estaba ligado a una silla de redactora en algún recóndito rincón de este planeta. Una contestación un tanto insultante, casi hiriente. Fuera de la lógica capitalista que impera en nuestra sociedad queda el que pueda existir un grupo de personas capaces de arriesgar su propia existencia por su vocación. La gente ya no cree en esta palabra. Vocación. Ahora que se educa a los niños en unos valores consumistas; ahora que se les incita a dedicar toda su vida a algo que, aunque les haga desgraciados, valga la pena; ahora que el periodismo se ha convertido en una profesión denostada por una inmensa mayoría.
El estrecho vínculo existente entre conflictos bélicos y los medios de comunicación resulta, por tanto, innegable. Por suerte para la economía y la política exterior de ciertos países, por desgracia para la humanidad entendida como tal, este mundo ha sido testigo de innumerables enfrentamientos desde tiempos inmemorables. Jenofonte, Julio César, Russell, Torres, Couso, Anguita y un eterno etcétera han contribuido no sólo a la formación de una opinión critica acerca de la realidad acontecida en un determinado momento de nuestra existencia, principal tarea de un profesional de la información, sino que también muchos de ellos se han afanado por proteger toda una serie de derechos inalienables del hombre aún a sabiendas del riesgo que tal empresa entrañaba. Gracias a esta figura somos conscientes de los errores de todos aquellos que nos precedieron en el mundo; gracias a esta figura somos capaces de enfrentarnos al conocido aforismo de George Santayana (1905) “Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo”
De cómo defender la verdad entre tanques y fusiles. I parte
La figura del corresponsal de guerra tiene el dudoso privilegio de ser una de las más controvertidas del mundo del periodismo. Valientes, kamikazes o meros partidistas, un sector de la población denuncia que la postura de estos informadores se haya normalmente vinculada con aquella defendida por los poderes políticos de las principales potencias mundiales; sin embargo, en ningún momento debemos desacreditar la profesionalidad de dichos enviados quienes, conviene recordar, el desempeño de su trabajo les ocasiona en multitud ocasiones la pérdida del bien más preciado que es la vida.
Para comenzar, rememoremos la historia de la crónica bélica. Ya en el s.V a.C Jenofonte, soldado mercenario a las órdenes del príncipe persa Ciro el Joven, tomaría nota de todo cuanto acontecía en las largas jornadas de la Expedición de los Diez Mil contra Artajerjes II, en lo que se considera uno de los más espléndidos reportajes de guerra de la historia, la Anábasis. Del lado romano, De Bello Gallico se habría ganado ya en su época un puesto privilegiado entre las obras históricas de Occidente; no obstante, los comentarios del polifacético Julio César sorprenden, todavía hoy, al lector del s.XXI por su elegancia, simpleza y afán docente, bases del periodismo actual. Siglos más tarde, la invención del telégrafo eléctrico favoreció la aparición del reporterismo propiamente dicho -Russell se convirtió en el primero en cubrir un conflicto como fue la guerra de Crimea para el The Times londinense- Con ello, el periodismo de guerra pasó a convertirse en un producto para los dirigentes de los medios de comunicación, quienes pretendían exagerar las victorias y moderar los reveses del ejército en un afán puramente propagandístico.
El corresponsal de guerra debe saber permanecer al margen de lo expuesto al final del párrafo anterior. Jonathan Steele, periodista del The Guardian, así lo promulgó en el seno del seminario “El periodismo y los conflictos armados” En su conferencia, Steele analiza la estrecha relación entre la práctica profesional del informador, el conflicto bélico y la política. Su discurso se convirtió en uno de los mejores testimonios acerca de la ética del periodismo de guerra. Como bien dijo el británico “si la guerra está manchada de tintes políticos, informar sobre la guerra es ser un corresponsal político en otro contexto” ¿Será precisamente ésto lo que motive el rechazo del informador por parte de un sector de la sociedad? Tal vez. El estratega alemán von Clausewitz declaró en su momento que la guerra es la prolongación de la política por otros medios. Por consiguiente, la guerra, al igual que la política, nace de la mano del hombre: no estamos ante una tragedia tal como el Tsunami de Indonesia o el Katrina de Nueva Orleans donde la única responsable no sería otra que la Madre Naturaleza, sino que en este caso concreto, un grupo de jefes políticos han decidido sentirse cuales Dioses del Olimpo y jugar con la vida de millones de nombres, de rostros, de personas. Ante tal desastre antinatural -por llamarlo de alguna manera- el corresponsal de guerra debe informar no sólo del transcurso de la guerra o del último avance de las potencias beligerantes, sino -y ésto puede que sea lo más difícil- que debe explicar también el porqué de la guerra: ¿Quién ha provocado el estallido del conflicto? ¿Qué motivos tenía el Gobierno de dicho país para declarar la guerra? ¿Qué puede suceder a escala internacional?
…Continuará…
¿Por qué En Tierras Hostiles?
A los doce años me decanté por una vocación que todavía hoy defiendo de todas aquellas personas que cuestionan mi futuro: ser corresponsal de guerra. “Informar sobre el conflicto es una experiencia que prueba emocionalmente a los periodistas, porque no solamente intentan comprender y describir un proceso de cambio interno y brusco, sino que, además, tienen que tratar con sus propias reacciones a la tragedia de la guerra, la que presencian de cerca” declaró Barry Lowe en una publicación sudamericana. Bien es cierto que estas no suelen ser las aspiraciones de una preadolescente, pero teniendo en cuenta que previamente mi vocación estaba vinculada al Ejército podría decirse que las ansias de un mayor confort se asentaron en mi
¿Por qué En Tierras Hostiles? Uno de los primeros aspectos que todo buen bloguero debe tener en cuenta es la originalidad. Tras rastrear en diversos motores de búsqueda me di cuenta de la poca importancia de la que goza en el panorama cibernético el tema del periodismo de guerra: la mayor parte de los blogs fueron castigados al más absoluto de los ostracismos.
En Tierras Hostiles no pretende convertirse en la referencia del reporterismo de conflictos, ni mucho menos. En Tierras Hostiles busca defender una profesión tan denostada como es el periodismo de guerra. Llegados a este punto, permítanme añadir una anécdota personal. Presentación propia de los primeros días de curso. “¿Por qué estudias Periodismo?” “¿En qué te gustaría trabajar una vez concluyas tus estudios?” “¡Ajá! Muy bien, Periodismo político, deportivo… -silencio prolongado- ¿de guerra?” Como si de la peor de las profecías de Nostradamus se tratase, el profesor se quedó mirando a aquella estudiante mientras ella pensaba “Creo que le hubiese gustado más escuchar que esperaba convertirme en el bastión contra el Cachuli, que lo que acabo de decir. Dí algo inteligente, di algo inteligente..- Sí, de Guerra. Es que me gusta el riesgo, eso de cruzar con el semáforo en rojo.”
La mecánica del blog es muy sencilla. Cada día -siempre y cuando el Plan Bolonia me lo permita- publicaré una entrada relacionada con este ámbito. A esta le acompañará como cierre estelar una canción. Quizás ninguno de los que estéis leyendo esto me conozca lo suficiente como para entender el porqué de esta disparatada decisión, pero con el paso del tiempo lo comprenderéis.
Dicho esto y sin más dilación…
Bienvenid@s a mi mundo. Bienvenid@s a EN TIERRA HOSTILES.